La Dra. Carmen Gómez-Cabrera, coordinadora del Grupo de Investigación en Ejercicio, Nutrición y Estilo de Vida Saludable del Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA, del Hospital Clínico de València, afirma que el reto, en la actualidad, ante el incremento de la expectativa de vida, es “cambiar el foco del ‘cómo vivir más’ al ‘cómo vivir mejor’”. Ese es precisamente el objetivo del nuevo grupo emergente que dirige: favorecer un envejecimiento satisfactorio y saludable, que permita mantener la autonomía y la independencia a pesar del paso de los años, y, por tanto, una buena calidad de vida.
La Dra. Gómez-Cabrera defiende que las intervenciones nutricionales y con ejercicio físico desempeñan un papel esencial para garantizar ‘años de vida saludables’, porque “no se trata de añadir años a la vida sino de añadir vida a los años”. Y matiza, además, que estas intervenciones “son fundamentales en cualquier franja de edad, en población sana y, por supuesto, también en los pacientes”.
Las intervenciones nutricionales y con ejercicio físico desempeñan un papel esencial para garantizar ‘años de vida saludables’, porque “no se trata de añadir años a la vida sino de añadir vida a los años”. Y matiza, además, que estas intervenciones “son fundamentales en cualquier franja de edad, en población sana y, por supuesto, también en los pacientes”.
El envejecimiento de la población es un gran éxito atribuible a los avances en medicina, salud pública e investigación. Según las predicciones, en 2040, España tendrá la expectativa de vida más elevada del mundo (85,8 años), superando incluso a Japón. Sin embargo, la longevidad no va acompañada necesariamente de una buena calidad de vida, debido al desarrollo de enfermedades asociadas a la edad –como Alzheimer, y otras neurodegenerativas, cáncer, patologías cardiovasculares o síndromes geriátricos, como la fragilidad- que merman las capacidades mentales o de movilidad y aumentan los niveles de dependencia.
La fragilidad –que afecta aproximadamente al 15% de los mayores de 65 años (unos 2,5 millones de personas en nuestro país)- se define como un estado de mayor vulnerabilidad al estrés que conlleva un aumento del riesgo de dependencia, deterioro funcional, hospitalización y mortalidad en ancianos. Al margen de la trascendencia para la calidad de vida y satisfacción de las personas ‘frágiles’, las intervenciones en este sentido suponen un importante retorno sobre el sistema sanitario. Y es que, mientras el gasto de una persona mayor con una dependencia severa es de 14.000 euros al año, una persona mayor vigorosa solo requiere 700 euros. Es decir, los gastos disminuyen de 1.200 euros al mes a solo 60 euros al mes.
Para la Dra. Gómez-Cabrera, los estilos de vida saludable son la base de la medicina del futuro y señala seis áreas de intervención: “comer de forma saludable, estar físicamente activo, aliviar el estrés, evitar el abuso de sustancias peligrosas (como el tabaco), dormir adecuadamente y tener un sólido sistema de apoyo emocional”. Y, en este sentido recuerda que “este año, en una importante revista de medicina (JAMA Internal Medicine), se ha demostrado que la combinación de 4 factores asociados al estilo de vida (actividad física, no fumar, consumo moderado de alcohol y un índice de masa corporal por debajo de 25) se asocian con un aumento en la cantidad de años vividos libres de enfermedad, concretamente 9 años, una cifra muy relevante”.
La Dra. Gómez-Cabrera destaca, como una de las líneas prioritarias de su grupo de investigación, la individualización o personalización de las intervenciones con nutrición y ejercicio para maximizar sus beneficios en base a nuestra edad, estado funcional o patología.
Ella ha sido una de las impulsoras del programa de ejercicio físico personalizado para adultos mayores, Programa Mejora, que tiene en cuenta variables funcionales, nutricionales y cognitivas y aspectos como el riesgo de caídas, a la hora de personalizar los programas de entrenamiento. El programa parte de la consideración de la actividad física como clave en la reducción de muerte prematura por cualquier causa y con efectos beneficiosos demostrados sobre la salud tanto en personas sanas como en quienes padecen enfermedades asociadas al envejecimiento.
En la actualidad, la cantidad de tiempo dedicado a la actividad física disminuye con la edad. En Europa el 50% de la población mayor de 60 años es físicamente inactiva y, aunque tras la jubilación, algunas personas muestran una mayor participación en actividades físicas de intensidad ligera-moderada, en general, el ejercicio disminuye progresivamente a medida que se envejece. .
Dra. Gómez-Cabrera
Catedrática del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universitat de València (UV)
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