El mar Mediterráneo es nuestro horizonte esencial, una escenografía de inmensidad en la que hace miles de años se aventuraron los primeros viajeros que escudriñaban sus límites. La explotación de sus recursos ha satisfecho muchas de las necesidades de los pueblos y culturas que han ido creciendo en sus orillas. La pesca es el más notable de ellos, pero también la extracción de sal, que además se aplicó a la conservación de las especies extraídas y sigue siendo objeto de uso culinario y materia prima en otros procedimientos industriales. Aunque los comerciantes fenicios y griegos fueron los primeros en establecer rutas de largo alcance para comunicar productores y consumidores, fue el Imperio Romano quien logró convertirlo en un descomunal lago bajo una sola autoridad. En sus aguas se conservan restos de naves que no llegaron a su destino, y en sus costas persisten las huellas materiales de aquellas actividades y de los lugares que fueron placer y trabajo de quienes los habitaron. Todo ello es objeto de la obligación de recuperar y conservar ese inmenso patrimonio para recordarnos que los pueblos mediterráneos compartimos un pasado común. Nuestro grupo de investigación, empeñado en la tarea de puesta en valor del pasado, trabaja sobre uno de los aspectos que relacionan la actividad humana y el mar en ese periodo. El interés científico que nos motiva es analizar con detalle la faceta productiva y arquitectónica de las villas hispanorromanas en la fachada marítima mediterránea del antiguo territorio de Saguntum, y nuestra actividad arqueológica se centra en buena parte en las excavaciones de la villa romana de Sant Gregori, en la costa de Burriana (Castellón).
En época romana una villa fue, con carácter general, el conjunto de edificios que actuaban como sede y centro de gestión de una explotación agraria, cuyo objetivo era autoabastecerse y producir excedentes susceptibles de intercambio comercial. Hubo varios tipos de villas, mayoritariamente modestas, aunque algunas nos siguen fascinando porque conservan, en sus restos arquitectónicos y su elaborada decoración con mosaicos y pinturas, el lujo y ostentación de los ricos propietarios que las habitaron. Una variante de estas haciendas fue la villa marítima; su parte residencial no es distinta del confort que caracteriza a las villas agrarias, con el mismo nivel de modestia o lujo respectivo. Su ubicación costera, orillada al mar, hizo que muchas de ellas sirvieran como espacios de recreo y descanso veraniego, especialmente en el entorno del golfo de Nápoles, tal como se sigue haciendo hoy en día en las lujosas y exclusivas zonas residenciales mediterráneas. Pero hay otro modelo de villas marítimas, son aquellas en las que la explotación de productos agrícolas, como vino y aceite, coexiste con la crianza de peces y mariscos, una actividad de altísima rentabilidad económica.
La aparición de villas marítimas fue un fenómeno característico de Italia, que se localiza particularmente en la costa del mar Tirreno, las riberas del Adriático norte y especialmente en el ya mencionado el golfo de Nápoles. Su construcción se adaptó a la conformación natural del litoral marino, provocando a veces profundas alteraciones. Esto permite afirmar que el urbanismo desproporcionado no es solo un fenómeno contemporáneo. En el centro y sur de Italia es frecuente observar cortes artificiales de acantilados, cimientos de estructuras arrojadas sobre el mar, rompeolas colocados a cierta distancia de la costa, muelles, áreas de atraque, estanques piscícolas, ninfeos y puentes. Desde Italia, el modelo se extendió por las costas del Mediterráneo occidental, llegando hasta la península Ibérica. A diferencia de Italia, en Hispania no se ha contrastado la existencia de modelos palaciegos dedicados exclusivamente al recreo, y a ello se añaden contrastes de carácter económico como son la ampliación de la producción marina a la obtención de sal, la elaboración de salsas y conservas de pescado en salmuera o el apoyo estratégico a la navegación de cabotaje.
El modelo de villa marítima se extendió desde Italia por las costas del Mediterráneo occidental.
El conocimiento arqueológico adquirido en la villa de Sant Gregori se ha incrementado notablemente en las ocho campañas de excavación que hemos llevado a cabo desde 2011 con el apoyo institucional del Ayuntamiento de Burriana. Sus restos están ubicados sobre la propia línea costera, con vistas al mar, con el que muestra una relación predominante. Su construcción está concebida en función del paisaje marino mediante largos pasillos, un estanque central y un complejo termal.
La villa estuvo ocupada entre el cambio de Era y el siglo IV d.C. Sus distintos propietarios se dedicaron a explotar los recursos pesqueros, junto a otras actividades agropecuarias. Su situación envidiable facilitó las tareas y el largo periodo de ocupación demuestra la bondad de los beneficios obtenidos.
Los trabajos siguen aportando nuevos elementos que amplían información sobre las villas marítimas romanas con su complejo sistema de explotación económica, y sirven también para para completar la formación práctica de nuestros estudiantes del grado de Historia y patrimonio.
Juan José Ferrer Maestro
Catedrático de Historia Antigua, Universitat Jaume I
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