Este acercamiento hace que las rocas se deformen, lo que a su vez es responsable de la formación de las montañas y valles de nuestra provincia, de la morfología de nuestra costa y, también, de la actividad sísmica que cada pocos años nos sobresalta. Y prueba de ello es la ocurrencia en marzo de 1829 de uno de los terremotos más destructivos que se han producido en nuestro país, el terremoto de Torrevieja. Este sismo alcanzó una intensidad X y tuvo una magnitud estimada en torno a 6.5. Para que nos hagamos una idea de su tamaño, liberó casi 100 veces la energía del terremoto de Lorca del año 2011.

En nuestra provincia destacan dos grandes fallas sismogénicas, la de Crevillente y la del Bajo Segura (Fig. 1), ambas situadas en la mitad sur. Tal y como se puede comprobar en este mapa, ambas fallas delimitan una zona de relieve más bajo ocupada por el valle del río Segura y el campo de Elche.

La falla inversa del Bajo Segura es la que causó el terremoto de 1829, así como el terremoto de Jacarilla-Torremendo de magnitud 5.5 que se produjo en 1919 (Fig. 2). Esta falla levanta las sierras de Hurchillo, Benejúzar y El Molar (Guardamar del Segura), al mismo tiempo que hunde el valle del río Segura. A partir de mediciones con GPS de alta precisión sabemos que esta falla se mueve con una velocidad algo superior al medio milímetro por año.

La falla de Crevillente tiene un movimiento mixto. Por una parte, eleva las sierras de Abanilla-Crevillente, los pequeños relieves situados al norte de Elche, y los montes Tossal, Benacantil y Serra Grossa en la misma ciudad de Alicante. Por otra parte, desplaza lateralmente los bloques que separa al norte y al sur, con una velocidad de entre 0.4 y 0.7 milímetros por año según nuestros datos GPS.

 


Vivimos en un territorio privilegiado junto al Mar Mediterráneo, en el que la tectónica activa es, precisamente, la responsable de su relieve y su paisaje. 


 

Figura 2. Mapa en el que se ha indicado la traza de la falla del Bajo Segura y su prolongación hacia el Este en el mar Mediterráneo, así como la posición de las fallas asociadas de San Miguel de Salinas, Torrevieja y Guardamar.

 

Es importante resaltar que ambas fallas se prolongan hacia el Este en el Mar Mediterráneo (Fig. 2). Esto se tiene en cuenta para el cálculo de la peligrosidad sísmica ya que, a mayor longitud, mayor es la magnitud del terremoto máximo esperable. Nuestras estimaciones indican que el terremoto máximo tanto en la falla del Bajo Segura como en la de Crevillente tiene una magnitud alrededor de 7.

Tal y como indican los datos geológicos y geodésicos, sabemos que estas dos fallas importantes tienen una velocidad inferior a un milímetro por año (como referencia, la falla de San Andrés en California tiene una tasa de desplazamiento de 33 milímetros al año). Gracias a la lentitud de ambas fallas, los terremotos más peligrosos ocurren con periodos de repetición muy grandes. Por ejemplo, los terremotos similares al de Lorca ocurren aproximadamente cada 200 años, mientras que los similares al de Torrevieja de 1829 ocurren con intervalos de unos pocos miles de años.

Aunque la mitad sur de la provincia de Alicante es la más activa desde un punto de vista tectónico y sísmico, no podemos olvidar que en el norte de la provincia también se han producido terremotos significativos. Especialmente destacables son los sismos ocurridos en 1620 y 1644 en las proximidades de Alcoy. También hay que destacar los terremotos importantes registrados en el sur de la provincia de Valencia, prácticamente en el límite provincial con Alicante, como el ocurrido en 1748 en Montesa-Estubeny.

Vivimos en un territorio privilegiado junto al Mar Mediterráneo, en el que la tectónica activa es, precisamente, la responsable de su relieve y su paisaje. Los terremotos se han producido en nuestra tierra durante los últimos millones de años y lo seguirán haciendo en el futuro. Entre otros efectos, seguirán elevando el relieve, especialmente en el sur de la provincia, e incluso provocarán la emersión de nuevas zonas hacia el este.

Aunque por fortuna los periodos de repetición de terremotos catastróficos son largos, al menos si los comparamos con otras zonas del planeta como Japón o la costa de California, debemos trabajar para que su impacto en nuestra sociedad sea el menor posible. Por supuesto, se puede vivir en una región en la que ocurrirán terremotos con una magnitud alrededor de 7. Sin embargo, debemos potenciar la investigación, realizar estudios de detalle en las zonas críticas, reducir la vulnerabilidad de nuestras construcciones, trabajar en educación y en protección civil, integrando todas estas líneas de trabajo en los planes de actuación municipal.

Las alicantinas y alicantinos deben saber que disponemos del conocimiento científico suficiente y de la tecnología necesaria para reducir considerablemente el impacto del próximo terremoto significativo. Pongámonos a trabajar, hagamos las cosas bien y sigamos disfrutando de nuestra maravillosa tierra gracias, en parte, a los terremotos.

 


Pedro Alfaro García
Catedrático de Geodinámica Interna de la Universidad de Alicante
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Iván Martín Rojas
Investigador del Departamento de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la Universidad de Alicante
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Iván Medina Cascales
Investigador predoctoral del Departamento de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la Universidad de Alicante
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