Los invasores y la laguna: el Mar Menor

El Mar Menor es un caso paradigmático en lo referente a la presencia de especies alóctonas o invasoras. La memoria social retiene en su retina paisajes lagunares de aguas cristalinas, bancos de arena y praderas de fanerógamas salpicadas de caballitos de mar, zorros y galupes. Ambientes estables, construidos en el tiempo por especies coexistentes, formando un entramado de relaciones en equilibrio.
Cerithium scabridum, caracol marino invasor. Autora: Isabel Rubio

El vocablo “invadir, según la segunda y tercera acepción de la RAE, hace referencia al hecho de ocupar anormal o irregularmente un lugar, entrar y propagarse en un medio determinado o entrar injustificadamente en funciones ajenas. Sus sinónimos apoderar, atacar, conquistar, dominar, saquear, nos evocan hechos violentos que alteran el statu quo de un momento o un espacio. Pensar en “invasiones” dirige nuestra mente a episodios turbulentos de la historia de la humanidad, antiguos o actuales, considerados épicos o dramáticos según el prisma con el que se mire. Pero también nos rememoran cambios bruscos ambientales o aparición de nuevas especies.

Las especies pueden llegar a considerarse invasoras en un ecosistema dado, si cumplen una serie de premisas: i) son introducidas por el ser humano de forma voluntaria o involuntaria en cualquier fase de su vida; ii) se encuentran fuera de su rango de  distribución históricamente conocido y más allá de su área potencial de dispersión natural; iii) son capaces de vivir y desarrollarse en todos sus estadios vitales; iv) pueden reproducirse y establecer nuevas poblaciones con la capacidad de extenderse en el medio natural de la nueva región y, por último, cuando colonizan el nuevo entorno, v) pueden llegar a generar un impacto negativo en las especies y ecosistemas locales, o generar perjuicios en los servicios ecosistémicos tradicionales de las áreas hospedadoras.

El Mar Menor es un caso paradigmático en lo referente a la presencia de especies alóctonas o invasoras. La memoria social retiene en su retina paisajes lagunares de aguas cristalinas, bancos de arena y praderas de fanerógamas salpicadas de caballitos de mar, zorros y galupes. Ambientes estables, construidos en el tiempo por especies coexistentes, formando un entramado de relaciones en equilibrio. Desde un enfoque antropocéntrico tendemos a identificar como referente la visión individual del ecosistema, asumiendo como válido el paisaje y las especies de nuestros recuerdos. Sin embargo, los cambios en el ecosistema lagunar han sido continuos en los últimos siglos, más allá de la escala temporal humana. La presencia o dominancia de unas u otras especies son el fruto de las condiciones ambientales de cada época. Aquellas que consideramos emblemáticas en la actualidad pueden haber sido extrañas en tiempos pasados.

Atendiendo a los criterios que determinan las especies invasoras, no todas las descritas como de entrada reciente en el Mar Menor deben considerarse en esta categoría, aunque su comportamiento nos incite a identificarlas como invasoras. Es el caso de la planta oreja de liebre (Caulerpa prolifera) o la medusa huevo frito (Cotylorhiza tuberculata) habituales de las zonas próximas mediterráneas, entraron en la laguna en épocas relativamente recientes debido a un proceso de expansión de sus límites de distribución, aunque, forzados por la acción humana que provocó la relajación de la barrera de la salinidad. Su desarrollo fue fruto de los condicionantes ambientales determinados por la actividad humana, y a su vez, su presencia, es un motor de cambios paisajísticos.

Bursatella leachii, babosa peluda. Autora: Isabel Rubio

El Mar Menor, tras la crisis de eutrofización por vertido de nutrientes se ha convertido en una laguna transformada, abusada y maltratada, siendo un punto caliente de especies alóctonas e invasoras que vienen, van y algunas permanecen. Algunas de estas, como la almeja Fulvia fragilis, apareció décadas atrás, llegando a ser muy abundante.  Otras, como la babosa peluda (Bursatella leachii), se introdujo en la laguna hace unos años generando alarma social entre los usuarios. Ambas consideradas invasoras en el Mediterráneo y actualmente con poblaciones relegadas debido a las nuevas condiciones extremas y cambiantes de la laguna. Pero son estas nuevas condiciones las que han favorecido la aparición y el desarrollo extraordinario de decenas de especies, entre ellas el gusano serpúlido Hydroides elegans, responsable de las agregaciones masivas aparecidas en la línea de flotación de las embarcaciones de la laguna días después del afloramiento de la masa de agua anóxica que provocó la muerte masiva de peces y cuyas imágenes impactaron a la sociedad. Así mismo, especies como el voraz cangrejo azul (Callinectes sapidus) han encontrado en este ambiente alterado su enclave óptimo.

 


El gran “invasor”, vehículo o responsable de la introducción, por acción o por omisión, de decenas de especies procedentes de otras zonas geográficas o de otros ambientes, es el ser humano.


 

Las consecuencias de la entrada y crecimiento masivo de una especie alóctona o invasora debe tener una lectura amplia en términos de funcionalidad ecológica. Estas especies, cuya presencia y desarrollo responden a los cambios ambientales, pueden cumplir una función en el ecosistema y ser elementos claves en la regulación de ciertos procesos. Como ejemplo, el anélido invasor Hydroides dianthus protagonizó un evento de crecimiento masivo tras los recientes episodios de anoxia ocurridos en la laguna. Su comportamiento alimenticio suspensívoro facilita la retirada de partículas orgánicas en la columna de agua, ayudando a mantener la transparencia. Así mismo, la construcción de los tubos calcáreos de este invertebrado puede actuar como fijador de CO3Ca, compensando en parte los procesos derivados de la descomposición de materia orgánica y pérdida de CO2 asociada a la eutrofización. Además, la formación de agregaciones generadas por el crecimiento masivo de estos tubos sobre un sedimento fangoso y anóxico favorecería la heterogeneidad del sustrato y facilitaría la oxigenación del mismo, aspecto positivo. Sin embargo, estas mismas agregaciones crecen sobre las conchas de especies emblemáticas como la nacra Pinna nobilis, bloqueando sus valvas y provocando la muerte de los ejemplares afectados. De igual forma, crecen sobre infraestructuras sumergidas generando perjuicios económicos.

El análisis de pros y contras del comportamiento y función que las especies ejercen sobre el ecosistema en cada momento, es indispensable para entender la evolución de los procesos en situaciones tan críticas como la existente en al Mar Menor en la actualidad. Este conocimiento debe formar parte de la fórmula para actuar desde las premisas de la gestión adaptativa.  Muchas de estas especies, de carácter oportunista, dominantes en la actualidad, desaparecerán o reducirán sus poblaciones de forma natural al cambiar las condiciones ambientales de la laguna.

Sin embargo, no hay que olvidar que la principal especie en expansión, el gran “invasor”, vehículo o responsable de la introducción, por acción o por omisión, de decenas de especies procedentes de otras zonas geográficas o de otros ambientes, es el ser humano. El modus operandi de esta especie –la nuestra-, es la sobreexplotación, transformación y alteración, causando la degradación extrema del ecosistema lagunar. Somos una especie devoradora y oportunista, en un claro proceso de autodestrucción por estupidez.  Es difícil encontrar en la naturaleza otro ejemplo de especie con un comportamiento tan suicida como la nuestra, ecológicamente hablando.

Parafraseando al catedrático de Zoología Juan Junoy que a su vez parafraseaba a Fausto de Goethe: “si el ser humano es el más bestial de las bestias, nuestra especie debe ser considerada la más invasora de los invasores. Desde ese punto de vista parece tener poco sentido que nos permitamos catalogar a las especies alóctonas como “indeseables” si no se atienen a las reglas de convivencia”.  Cuánta razón tienes querido Juan, también en lo que se refiere al Mar Menor.

 


Francisca Giménez Casalduero
Investigadora del Departamento de Ciencias del Mar y Biología Aplicada de la Universidad de Alicante
Bio

 

 


 

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