La gestión integrada de plagas (GIP) se basa en la aplicación de una combinación de medidas agronómicas, biológicas y biotecnológicas que reducen al mínimo el uso de pesticidas. Cuando las plagas sobrepasan los umbrales de tratamientos y hay que utilizarlos, estos deben ser efectivos y respetuosos con los agentes de control biológico. El estudio de los efectos secundarios de los pesticidas es, por tanto, clave en GIP, especialmente en cultivos como los cítricos, en los que la mayoría de plagas está regulada por agentes de control biológico.
“El estudio demostró que la melaza contaminada por pimetrozina y flonicamida aumentó la mortalidad del Sphaerophoriarueppellii entre un 20 y un 50%, respectivamente”
La pimetrozina y flonicamida son insecticidas sistémicos que se utilizan generalmente para el control de pulgones en gran cantidad de cultivos, como por ejemplo los cítricos. Se ha descubierto que cuando se realizan tratamientos contra el pulgón con pimetrozina o flonicamida, otras plagas como las moscas blancas y las cochinillas que se encuentran comúnmente en los mismos cítricos tratados en cantidades que no exceden umbrales de tratamiento, excretan flonicamida o pimetrozina a través de su melaza. “La melaza es una excreción azucarada de algunos insectos que se alimentan de la savia como las moscas blancas, cochinillas, pulgones o psílidos. Esta excreción es una de las principales fuentes de alimentación de los agentes de control biológico y algunos polinizadores” explica Miguel Calvo Agudo del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA).
“El estudio demostró que la melaza contaminada por pimetrozina y flonicamida aumentó la mortalidad del Sphaerophoriarueppellii entre un 20 y un 50%, respectivamente. Sin embargo, estas melazas resultaron inocuas para el parasitoide Anagyrusvladimiri (Anagyruspseudococci), uno de los principales agentes de control biológico del Planococcuscitri”, destaca Joel González Cabrera, investigador Ramón y Cajal del Instituto Universitario de Biotecnología y Biomedicina (BIOTECMED) de la UV.
En el trabajo, por parte de la UV también han participado Yolanda Picó y Daniele Sadutto, investigadora e investigador en el CIDE, centro mixto con la Generalitat Valenciana y del CSIC. “Los resultados de este estudio indican que la melaza contaminada es probable que afecte a una gama mucho más amplia de insectos beneficiosos que el néctar contaminado y, por lo tanto, debería incluirse en futuras evaluaciones de riesgos ambientales”, ha destacado Yolanda Picó, catedrática del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Farmacia de la UV.
El estudio ha sido financiado parcialmente por un proyecto del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA, RTA2017-00095), coordinado por Alejandro Tena (IVIA). En el trabajo también ha participado la Universidad de Wageningen (Países Bajos).